Conexión con temas anteriores. Llegamos ahora al momento del sermón y la enseñanza, del kerigma y la catequesis. Después de la bendición, el canto, la oración de gratitud e intercesión, llegamos a la enseñanza medular de Efesios que se extenderá hasta el final del capítulo dos.
El tema medular de la enseñanza de toda la carta a los Efesios se puede resumir así: La teología del poder ejercido en la creación de una nueva humanidad: redimida por el Padre de los poderes malignos de este mundo, unida a Jesús el Mesías y empoderada para la construcción de un nuevo shalom o buen vivir con la presencia del Espíritu. Esto en contraste a los poderes políticos, religioso-económicos y sociales que gobernaban el mundo de esos días.
El momento histórico que se vivía en Efeso. Reconstruir el contexto histórico de los recipientes de la carta a los Efesios nos provee una perspectiva de su situación vital y nos ayuda a entender lo que significaba para los cristianos en el Asia Menor vivir su fe en el seno de una provincia de central importancia para el poderoso imperio romano y el mundo mágico-religioso de la época.
Pablo ofrece una lectura teológica de dicha realidad histórica en Efesios 2:1-3. Allí describe de manera sintética los poderes del ámbito de la muerte que esclavizan y dominan la existencia humana. Dichos poderes tienen las siguientes dimensiones: La ٰܳٳܰ-é (el mundo) que para esa región del mundo estaba caracterizada por la adoración a César como dios y el poderío ubicuo del imperio romano y la adoración a Diana, señora y diosa de la vida; la espiritual-demoniaca (el diablo) representada por el culto y temor a las fuerzas ocultas de la magia y brujería; y la personal-individual (nuestra naturaleza humana pecaminosa) caracterizada por la actitud cuasirreligiosa de codicia consumista y de la sexualidad humana como objeto de consumo y placer extático. Es importante tener en mente esta interpretación teológica del apóstol al considerar el cosmos, la realidad socio-cultural, estructural y sistémica, en la que vivían y se desempeñaban los cristianos e iglesias en el Asia Menor.
En dicha cultura de muerte, lo estructural, demoniaco y personal se encuentran íntimamente relacionados. En una permanente y dinámica interacción, se influyen y determinan mutuamente. En la visión del apóstol, el cosmos es regido por un poder espiritual maligno. Detrás de los poderes de este mundo hay fuerzas espirituales de maldad. Los individuos también viven bajo el poder y control del que gobierna las tinieblas tanto como del poder imbatible de sus propias pasiones. Por otro lado, el cosmos condiciona y domina la vida del individuo y este a su vez construye y contribuye al perfil de ese mundo socio-político-cultural y religioso. Estas tres realidades se relacionan de manera dialéctica y se condicionan mutuamente. Todas ellas juntas se erigen como poderosas realidades que esclavizan la existencia humana bajo el signo de la muerte.
Las personas que habitaban en esa región, por un lado vivían bajo las duras demandas del imperio que imponía duros impuestos, además de los locales, y demandas de lealtad que tocaban prácticamente todas las áreas de la vida, incluso su espiritualidad y culto que demandaba la adoración del César, hijo de Dios y señor soberano.
El culto a Artemisa (Diana para los romanos) estaba más cerca del corazón de los habitantes de Anatolia y ella, señora de la vida en todas sus formas, era objeto de culto y adoración en todas las necesidades y crisis que la vida cotidiana planteaba: las cosechas, la infertilidad, la prosperidad en los negocios, el sustento diario, la salud y crecimiento de los ganados, etc., todo ello requería de la bendición y buena voluntad de Artemisa.
Además, Asía Menor y en particular Efeso, era famosa por ser un centro mundial de magia y de los poderes ocultos. La gente recurría a los sacerdotes, chamanes y brujos para que, por su manejo de los poderes de lo oculto, invocaran favores, buena suerte y prosperidad para sus devotos o bien que anularan o contrarrestaran malos conjuros y hechizos sufridos por los fieles. De esa manera, la vida amorosa, las competencias atléticas, las enfermedades, el comercio, el éxito político, etc., también dependían de los seres espirituales que habitan el mundo y que podían ser influenciados para bien y para mal.
Esta visión e interpretación paulina de la realidad histórica se caracteriza por su naturaleza integral y unitaria. La realidad era percibida como un todo integrado, como un sistema orgánico en el que sus agentes están íntimamente relacionados entre sí. No se separaba lo militar de lo religioso, o lo político de lo espiritual, o lo económico de lo filosófico, o el individuo de la sociedad. Todo estaba conectado e inter-relacionado. En el cosmos del Asía Menor los poderes político, religioso, mágico, espiritual, económico y social estaban íntimamente relacionados entre sí.
El momento histórico actual. Como pastores y líderes de las iglesias en países de habla castellana debemos pensar en nuestra propia experiencia de relación con el poder y los poderes particulares de nuestra sociedad. Necesitamos identificar las muchas instancias de poder y la manera en que nos relacionamos con ellas: El poder eclesiástico (Leonardo Boff, 1982, Iglesia, carisma y poder.), el poder social, el poder legal, familiar, cultural, imperial: complejo industrial-militar, el poder transnacional de la sociedad de consumo, el enorme poder de los medios sociales de comunicación y de inteligencia artificial (Facebook, Instagram, Tik Tok, Chat GPT, etc.)
Todas estas modalidades de poder esclavizan también hoy día la vida humana y la condicionan a vivir en las culturas de muerte, violencia y deshumanización que caracterizan nuestras sociedades contemporáneas.
¿Cómo es que como iglesia nos relacionamos con tales poderes? ¿Cuáles identificamos con el evangelio de Jesús? ¿A cuáles servimos sin cuestionar nuestra lealtad a ellos? ¿A cuáles cuestionamos y desenmascaramos como opuestos a la vida? ¿Cómo manejamos el poder hacia dentro de nuestras propias iglesias?
Desarrollo del tema central del sermón / enseñanza: El poder de Dios y los poderes de los señores y señoras de este mundo.
En Efesios 1:21 y hasta 2:22 Pablo quiere señalar la superioridad absoluta del poder de Dios mostrando cómo ha vencido a los poderes más temidos y aparentemente invencibles para la existencia humana: la muerte y los poderes de maldad que obran en este mundo. Dios los derrotó ejerciendo su poder en la resurrección y ascensión de Jesús (1:21-23) y también en la resurrección y ascensión de su pueblo (2:1-10). Jesús, como artesano de la paz, es el creador de una nueva humanidad (2:11-22). Ese es el poder creador del Dios de la vida. También, ese poder capacita y empodera a la nueva humanidad para desarrollar un estilo de vida alterno al de la sociedad dominante (como se muestra en la segunda mitad de la carta, capítulos 4 al 6).
Jesús el Mesías, Señor de la vida. En un mundo bajo el signo de la muerte, Dios re-crea la vida. Todo empieza con Jesús el Mesías:
Dios ejerció en Cristo su poder cuando lo resucitó de entre los muertos y lo sentó a su derecha en las regiones celestiales, 21 muy por encima de todo gobierno y autoridad, poder y dominio, y de cualquier otro nombre que se invoque, no solo en este mundo sino también en el venidero. 22 Dios sometió todas las cosas al dominio de Cristo, y lo dio como cabeza de todo a la iglesia. 23 Esta, que es su cuerpo, es la plenitud de aquel que lo llena todo por completo.
La mejor comprensión del poder debe partir de la realidad de la resurrección de Jesús. Allí recordamos que Dios como el origen de todo poder lo usa desde el principio para crear la vida y el buen vivir (Génesis 1 y 2). Ahora, en la recreación de una nueva humanidad, en este nuevo principio, usa su poder para bien como en el principio.
El poder de Dios subyuga el poder humanamente invencible de la muerte y da vida a Jesús. No es cualquier cosa vencer a un poder que las filosofías y religiones históricas por milenios han buscado y soñado superar. En muchos sentidos, la ciencia moderna podría hacer un negocio extraordinario si encontrara el elixir de la vida.
Además, el poder de Dios se impone sobre todos los poderes perversos del mundo y establece a Jesús como Señor Soberano sobre ellos. La vida y el bien se asientan sobre toda forma de mal. Jesús está sentado a la diestra de Dios (metáfora de supremo poder) muy por encima de todos los poderes y poderosos de este mundo, humanos, estructurales y demoniacos. Es, como en el principio, un poder para hacer bien, para producir vida y que esa vida florezca y sea fructífera.
La iglesia, nueva humanidad y primicias de la nueva vida.
1 En otro tiempo ustedes estaban muertos en sus transgresiones y pecados,
2 en los cuales andaban conforme a los poderes de este mundo.
Se conducían según el que gobierna las tinieblas,
según el espíritu que ahora ejerce su poder en los que viven en la desobediencia.
3 En ese tiempo también todos nosotros vivíamos como ellos,
impulsados por nuestros deseos pecaminosos,
siguiendo nuestra propia voluntad y nuestros propósitos.
Como los demás, éramos por naturaleza objeto de la ira de Dios.
4 Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor por nosotros,
5 nos dio vida con Cristo, aun cuando estábamos muertos en pecados.
¡Por gracia ustedes han sido salvados!
6 Y en unión con Cristo Jesús, Dios nos resucitó
y nos hizo sentar con él en las regiones celestiales,
7 para mostrar en los tiempos venideros la incomparable riqueza de su gracia,
que por su bondad derramó sobre nosotros en Cristo Jesús.
8 Porque por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe;
esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios,
9 no por obras, para que nadie se jacte.
10 Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para buenas obras,
las cuales Dios dispuso de antemano a fin de que las pongamos en práctica.
Efesios 2:1-10 es una narrativa de la creación similar a Génesis uno y dos, pero ahora nos habla de la obra maestra de Dios de una nueva humanidad, poema de Dios. No es una creación ex nihilo, como la primera. Es una creación que se enfrenta a los poderes antagónicos de la muerte (2:1-3) y de una humanidad caída y condenada re-crea otra, según la imagen de Jesús, paradigma de la humanidad que anhelamos.
La gracia de Dios (vv.4-9) es la única razón posible para que la vida sea posible en un ecosistema de muerte y que incluso la belleza y armonía (v.10) emerjan de un mundo plagado de violencia, horror y deshumanización.
La visión que Efesios nos da de la Iglesia consiste en que esta se plantea en medio de la sociedad y mundo como una comunidad alternativa bajo el señorío de Cristo.
La vida de la Nueva Humanidad, la iglesia, se manifiesta en la reconciliación y la unidad. (Ef. 2:11-22)
11 Por lo tanto, recuerden ustedes los *gentiles de nacimiento
—los que son llamados «incircuncisos» por aquellos que se llaman «de la *circuncisión»,
la cual se hace en el cuerpo por mano humana—,
12 recuerden que en ese entonces ustedes estaban separados de Cristo,
excluidos de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa,
sin esperanza y sin Dios en el mundo.
13 Pero ahora en Cristo Jesús, a ustedes que antes estaban lejos,
Dios los ha acercado mediante la sangre de Cristo.
14 Porque Cristo es nuestra paz:
de los dos pueblos ha hecho uno solo, derribando mediante su sacrificio
el muro de enemistad que nos separaba,
15 pues anuló la ley con sus mandamientos y requisitos.
Esto lo hizo para crear en sí mismo de los dos pueblos una nueva humanidad
al hacer la paz,
16 para reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo mediante la cruz,
por la que dio muerte a la enemistad.
17 Él vino y proclamó paz a ustedes que estaban lejos y paz a los que estaban cerca.
18 Pues por medio de él tenemos acceso al Padre por un mismo Espíritu.
19 Por lo tanto, ustedes ya no son extraños ni extranjeros, sino conciudadanos de los santos
y miembros de la familia de Dios,
20 edificados sobre el fundamento de los apóstoles y los profetas,
siendo Cristo Jesús mismo la piedra angular.
21 En él todo el edificio, bien armado, se va levantando
para llegar a ser un templo santo en el Señor.
22 En él también ustedes son edificados juntamente para ser morada de Dios por su Espíritu.
Es de suma urgencia recuperar la visión de Dios para la Iglesia como una nueva humanidad en Cristo. Esa humanidad es primicias de la nueva creación de Dios caracterizada por la reconciliación y la unidad (1:9-10; cap. 2). La nueva humanidad, la iglesia, se viste cotidianamente de la justicia, santidad y verdad, propias de Jesús su Señor (4:23-24; 5:9). Y la iglesia, así revestida y armada, se plantea como una alternativa de vida ante los dioses de la muerte y lucha día a día la batalla contra los poderes de este mundo, tejiendo con humildad y servicio el shalom de Dios en todos los ámbitos de la vida (caps. 5 y 6).
Efesios es una carta escrita para recordarle a la iglesia su identidad en Jesús el Mesías, la misión transformadora que ha de realizar para la gloria de Dios y la visión que ha de inspirarla y capacitarla en su praxis comunitaria como artesana del shalom. Todo esto en el contexto de una sociedad globalizada y obsesionada por el poder (del imperio romano, de la diosa Diana, de los poderes espirituales). Los desafíos que los cristianos enfrentaban en esos días son muy similares a los que enfrentamos hoy como seguidores de Jesús ante los amos del mundo actual: político-económicos, religiosos y sociales.
Efesios es una de las mejores articulaciones de una teología del poder en la Biblia por su cuestionamiento radical del poder y de los poderes que operan en el mundo; por cultivar fidelidad y lealtad a un solo Señor, Jesús el Mesías; por su toma de conciencia de una visión alternativa y contestataria del uso del poder; por crear y empoderar a una comunidad alternativa del Reino de vida, fundada en el Mesías Jesús; y por sembrar una cosmovisión que busca poner toda la realidad del mundo y toda la vida bajo el Reino de paz-shalom.
Esta visión les ha de ayudar a vencer los temores que vivían ante los poderes astrales y espirituales que pueblan y dominan la vida cotidiana de la gente. La misma visión les ayudará a levantar la vista y buscar su ayuda y plenitud de vida en Jesús Señor soberano y no en Diana, supuesta señora del universo y dadora de fertilidad y bienestar. Armados con esa visión y comprensión de la realidad, los cristianos servirán solo al verdadero Kyrios y, seguros de su esperanza y lugar en el mundo, se entenderán a sí mismos con una nueva identidad (no la imperial que los degrada y deshumaniza) y se empeñarán en servir solo a Aquel que dio su vida por ellos. El extraordinario poder del Espíritu que está presente en ellos lo hará posible.